El mundo conmemora estos días los 70 años del Día de la Victoria que puso fin a la II Guerra Mundial. No fue sólo el mayor conflicto bélico vivido por la Humanidad, que causó entre 50 y 70 millones de víctimas, sino también un enfrentamiento total entre concepciones antagónicas sobre el ser humano.
Consciente de lo que significaba la victoria aliada, el maestro masón y primer ministro británico Winston Churchill escribió sobre ese día histórico: “La rendición incondicional de nuestros enemigos fue la señal para la mayor explosión de alegría en la historia de la humanidad”. Fue la determinación de dos Maestros Masones la que guió a millones de hombres y mujeres hacia esa victoria.
Frente a la política de apaciguamiento que precedió a la conflagración, el Querido Hermano Winston Churchill siempre alertó sobre el peligro que representaban los valores de la Alemania Nazi. Tras el comienzo de la guerra, en 1939, el Reino Unido supo mantenerse como la única fuerza capaz de resistir en solitario hasta 1941. Ese año, Estados Unidos declaró la guerra a las potencias del Eje dirigido por su Presidente, el Querido Hermano Franklin Delano Roosevelt.
En aquel primer año de esfuerzo conjunto, ambos Maestros Masones firmaron en algún punto del Atlántico a bordo del USS Augusta una declaración de principios en los cuales “descansan sus esperanzas de lograr un porvenir mejor para el mundo”. La Carta del Atlántico, repleta de idealismo, sería incorporada a la Declaración de las Naciones Unidas de 1942.
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Fuente: G:.L:. de España.
Consciente de lo que significaba la victoria aliada, el maestro masón y primer ministro británico Winston Churchill escribió sobre ese día histórico: “La rendición incondicional de nuestros enemigos fue la señal para la mayor explosión de alegría en la historia de la humanidad”. Fue la determinación de dos Maestros Masones la que guió a millones de hombres y mujeres hacia esa victoria.
Frente a la política de apaciguamiento que precedió a la conflagración, el Querido Hermano Winston Churchill siempre alertó sobre el peligro que representaban los valores de la Alemania Nazi. Tras el comienzo de la guerra, en 1939, el Reino Unido supo mantenerse como la única fuerza capaz de resistir en solitario hasta 1941. Ese año, Estados Unidos declaró la guerra a las potencias del Eje dirigido por su Presidente, el Querido Hermano Franklin Delano Roosevelt.
En aquel primer año de esfuerzo conjunto, ambos Maestros Masones firmaron en algún punto del Atlántico a bordo del USS Augusta una declaración de principios en los cuales “descansan sus esperanzas de lograr un porvenir mejor para el mundo”. La Carta del Atlántico, repleta de idealismo, sería incorporada a la Declaración de las Naciones Unidas de 1942.
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