miércoles, 24 de marzo de 2010

El Trabajo

Por Oswald Wirth

Cuando le han sido comunicados al Compañero los misterios tradicionales que le permiten hacerse reconocer, es conducido hacia los H∴ H∴ Vig∴ que lo examinan. Sólo después de esta prueba se le proclama Compañero. Pero, los “misterios” de que se trata no son sino simplemente simbólicos. Para ser realmente reconocido como Iniciado del segundo Grado, será necesario que haga sus pruebas en forma más seria. Es al pie de la obra donde se conoce al Masón, y es por su modo de trabajar como se confirma el Compañero.

Pero, ¿Qué es preciso entender por trabajo en Masonería?. Muy a menudo los Masones confunden el símbolo con la realidad; se imaginan haber trabajado masónicamente por el hecho de haber seguido con asiduidad los trabajos de su Logia, haciendo honor, en su oportunidad, a los “trabajos de masticación”. ¡Ay! los que piensan así no conocen de la Masonería sino la letra muerta: todo lo ignoran del verdadero trabajo iniciático.

Este “trabajo por excelencia”, al cual se consagraron los Sabios de todos los tiempos, está muy lejos de limitarse al cumplimiento de ceremonias simbólicas, por muy profundamente significativas que sean. La “Gran Obra”, a la cual nos convida la Franc-Masonería, implica, en efecto, participación efectiva de nuestra parte en la empresa más sublime que se pueda concebir, puesto que se trata nada menos que de la creación del Mundo o de su perfección, lo que viene a ser exactamente lo mismo. Estamos llamados a conocer la marcha del Progreso, a adivinar las intenciones de lo que se quiere hacer, a descifrar, en otros términos, el plan de la Inteligencia constructiva del Universo, a fin de poder intervenir útilmente con el fin de favorecer en todas partes la aparición de lo mejor.

Obreros del perfeccionamiento general, debemos saber construir, con nuestra inteligencia, nuestra alma y nuestra voluntad, un edificio moral que será el Templo único de una Humanidad más y más esclarecida, desplegando en todas partes una actividad armónica, por el sólo hecho de estar libre de todos los males mantenidos por la ignorancia, por la falta de inteligencia y de comprensión o, en otros términos, tontería humana.

Esta tontería, esta incapacidad culpable de todos los sufrimientos que los hombres se ocasionan entre sí, representa para el Iniciado el gran enemigo, el adversario por excelencia. (Adversario se dice en hebreo, Satán. Y el verdadero Satán que se opone a la luz creadora, es el oscurantismo, que gusta a los que anatematizan la emancipación de las inteligencias). Debe ser combatido sin descanso, desde luego, en nosotros mismos, después a nuestro alrededor. Iluminarse a sí mismo, a fin de poder alumbrar a los otros, tal es el verdadero objeto del trabajo masónico.

Nosotros trabajamos, luchamos, a fin de conquistar la luz, para después esparcirla o difundirla. Somos Obreros de la luz y colaboramos como tales en la Gran Obra del Grande Arquitecto del Universo.

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Fuente: Taller Masónico.