Pierre Lambicchi, Cardiólogo de 61 años, dirige la mayor organización masónica liberal del mundo.
En el corazón de la masonería
Por primera vez, un medio de comunicación español entra en la sede central del Gran Oriente de Francia, la más importante organización masónica liberal y adogmática del mundo, y habla con su gran maestro, Pierre Lambicchi.
El lugar llama la atención. En el mismo centro de París, a dos pasos de la rue de La Fayette, rodeado de inmuebles decimonónicos coronados por las célebres mansardas, sorprende encontrarse con un edificio de corte absolutamente moderno. La razón es sencilla: los nazis destruyeron la sede histórica de la masonería liberal francesa durante la ocupación, entre 1940 y 1944. Hubo que levantarlo todo de nuevo.
Mármoles, cristales oscuros, espacios diáfanos, una total funcionalidad. Un conserje llama a quien nos ha citado allí, el gran consejero Aimé Battaglia, y, en pocos minutos, cruzamos la puerta. Estamos en el corazón mismo de la masonería francesa. Es la primera vez que periodistas de un medio de comunicación español entran con sus cámaras fotográficas en la sede del Gran Oriente de Francia (en adelante, GOdF), la organización masónica liberal y adogmática más antigua, más numerosa y más influyente del mundo.
Fundado en 1728, el GOdF integra hoy a unos 50.000 hombres y mujeres repartidos en unas 1.200 logias que trabajan en numerosos países, desde Moscú a la Polinesia, desde California hasta Madagascar. También en España, donde el GOdF tiene nueve logias. Y, por supuesto, en Francia. El Gran Oriente no es, pues, una obediencia (así llaman los masones a una agrupación de logias) estrictamente francesa sino supranacional.
Entrevista
Es usted asesor personal del presidente de la República francesa. ¿Se siente poderoso?
No. Poderoso, en el sentido vulgar del término, no. Sí podría decirse que soy una persona influyente, porque los trabajos que hacemos en el GOdF son muy variados y suelen tener repercusión.
¿Qué trabajos son esos?
Nos ocupamos de lo simbólico, de lo esotérico y de lo exotérico, según nuestra tradición, pero también de lo que pasa en la sociedad. Producimos bastantes trabajos sobre laicismo, sobre desarrollo sostenible, economía social, el mundo globalizado... Y, si se nos escucha, pues eso nos hace influyentes. El hecho de tener contactos en todo el mundo también contribuye a eso.
¿Qué significa ser masón en Francia?
Yo diría que lo mismo que en todas partes. Somos hombres y mujeres que, en un momento de nuestra vida, hemos elegido construirnos. Y eso quiere decir que, partiendo de la más absoluta libertad de conciencia, tratamos de mejorarnos a nosotros mismos gracias a lo que llamamos nuestro Método. Pero también nos construimos hacia los demás, hacia quienes llamamos profanos, a través de las obligaciones sociales. La masonería del GOdF es generosa y tiene muy poco de secreta. Intentamos empapar a la sociedad.
En España, ser masón sigue siendo algo que muchos ven mal, como si se tratase de una secta. En Francia, en cambio...
Sí, ya sé. La diferencia está en el respeto. Mire, en Francia es muy fácil ser masón porque tenemos una democracia muy vieja en la que siempre se ha respetado a los demás. La masonería, aquí, no ha sido perseguida casi nunca. La última vez fue en 1940, cuando la ocupación de los nazis. Ustedes, en cambio...
¿Sí?
Pues ustedes siguen teniendo una Iglesia católica muy poderosa, lo mismo que el Opus Dei. Ustedes salen de una dictadura muy larga, que ha terminado hace relativamente poco y que aún no está olvidada, como lo demuestra lo que ha pasado con el juez Garzón.
¿Le preocupa eso?
Desde luego que sí. Estoy muy sorprendido por lo que ha pasado con ese juez. Permítame que sea un poco provocador. No puedo comprender que en España se acepte que se persiga a los dictadores ajenos, a los de América del Sur, pero que no sea posible investigar lo que pasó en su propia casa. Eso me parece inaudito. Esa diferencia de comportamiento, ese miedo, esa juventud de su sistema político, es lo que hace que, entre otras muchas cosas, la masonería siga teniendo problemas.
La democracia española va a cumplir 32 años.
Desde luego, pero ustedes han desarrollado una manera de funcionar en política que, más que unirles, les está separando. Tienen problemas con las autonomías, ¿no es verdad? Cada cual reacciona en función de su tendencia, y no todas las tendencias son integradoras. Hay en España una diversidad de maneras de proceder, en ese sentido, que en Francia no tenemos. Aquí tenemos una costumbre muy antigua, una tradición, una vieja cultura de la libertad, del laicismo y de los derechos humanos. España está avanzando en esa dirección.
¿Qué opina del presidente Zapatero?
No hago política. Es un representante legítimamente elegido por el pueblo español, y en tanto que eso debe ser respetado. No debo tener opinión pública sobre un jefe de Gobierno extranjero... siempre que sea legítimo, que no sea un fascista o un tirano. Si lo fuese, como el que mandó en España durante 40 años, diría otra cosa.
Usted está habituado a hablar con el presidente Sarkozy y con otras personalidades del Estado...
En razón de mi puesto de gran maestro del GOdF, nada más que por eso.
Precisamente. En España ni se sueña con que el jefe del Gobierno o el Rey reciban siquiera a los representantes de la masonería. ¿Qué opina?
Hay una excepción. En Cataluña, el señor Montilla se reunió con varios grandes maestros...
Sí, pero es lo que usted dice: una excepción.
Porque la masonería, en España, es débil aún. Y por lo que le acabo de decir: nosotros somos una vieja república que se ha construido con sangre y con esfuerzo según cuatro principios fundamentales: libertad, igualdad, fraternidad y laicismo. Que son, no sé si lo sabe usted, cuatro pilares de la masonería. En España hay aún camino por delante.
En Francia se acaba de aprobar una ley que prohíbe el uso del burka hasta en la calle. Nosotros también andamos a vueltas con eso. ¿Tiene que ver con el laicismo?
Yo creo que no. Es un problema de derechos humanos.
Explíquese, por favor.
El laicismo tiene una doble dimensión: la política, es decir, la creación de un espacio neutral que permita a todos convivir civilizadamente, y la dimensión espiritual. Esto es, lo que permite a un no creyente, que no pertenece a ninguna iglesia ni profesa ninguna fe, construirse cada día. El burka no tiene nada que ver con eso. Ponerse un burka significa que uno quiere esconderse del resto de la humanidad... o que le obligan a hacerlo, a aislarse del mundo. En cualquiera de los dos casos, es un ataque a los derechos humanos. El burka debe ser prohibido en nombre de los derechos del hombre... y de los derechos de la mujer. No es tolerable esa vestimenta que no tiene nada de religioso, que es nada más que el ropaje de la opresión de un sexo sobre otro. Incluso si alguien nos quiere hacer creer que la mujer se pone esa vestimenta para liberarse.
Ustedes tienen una preocupación intensa por el laicismo.
Sí. En Francia tenemos suerte: sólo se trata de defender la ley de 1905, la de separación de la Iglesia y el Estado. Una ley que ustedes los españoles no tienen.
Se trata de defender la evidencia deque el laico es perfectamente capaz de tener una dimensión espiritual. Un laico no tiene por qué ser un ateo. Ni forzosamente un agnóstico. Es alguien que se construye una cosmogonía en libertad.
En España suele decirse que los españoles siempre vamos detrás de los curas: con un cirio o con un palo, pero siempre detrás.
[Risas]
¿Y la fama de anticlerical que tiene la masonería?
En Francia, y en el siglo XXI, eso es absurdo. La masonería se preocupa de preservar un espacio laico y común de convivencia para todos. Eso no tiene nada que ver con el anticlericalismo.
La crisis que vive el mundo, ¿es sólo un caos económico o es una crisis de valores? ¿Tiene la masonería algo que decir sobre eso?
Claro que sí. Al menos la masonería a la que yo pertenezco, que es liberal y adogmática. En términos económicos, el capitalismo nunca puede ser virtuoso, puesto que sólo persigue el beneficio. Es indispensable, por tanto, que la sociedad ponga unas reglas para propiciar que todo el sistema sea lo más virtuoso posible. El GOdF ha dicho muchas cosas desde el comienzo de la crisis. Hemos dicho que hay que clarificar el sistema económico. Y es evidente que estamos ante una crisis de valores.
¿Por qué?
Porque hemos permitido que la sociedad ponga el beneficio por delante del ser humano. Y la masonería ha defendido siempre que hay que luchar para que la sociedad esté hecha por el hombre, para el hombre y al servicio del hombre. Y no al revés, que el hombre sea un instrumento al servicio de algo que llamamos sociedad. Mire usted lo que pasa en España: el hombre no ha sido respetado por quienes sólo buscaban beneficios a cualquier precio, y ahora se encuentran ustedes en una situación muy difícil, con un paro altísimo y todo lo demás. Nadie hizo nada para que la virtud, la preocupación por las personas antes que por el beneficio, estuviese presente en la economía. Lo mismo ha pasado en Grecia y quién sabe si podría suceder en Francia.
Tengo que preguntarle por la posible iniciación de mujeres en el GOdF. ¿Están ustedes debatiendo eso?.
Como gran maestro, no tengo opinión. Lo soy tanto de quienes están a favor como de quienes están en contra. Pero sí puedo decirle que el GOdF no es una obediencia estática: está en permanente camino hacia el progreso.
En España está muy lejos aún el reconocimiento del papel de los masones en defensa de la democracia, hace 70 años.
Sí, lo sé.
Pero en Francia sí se ha reconocido lo que hicieron los masones para reconstruir la democracia, tras la guerra.
Perdón, no hubo reconstrucción de la democracia porque ésta nunca desapareció. Fue simplemente suspendida durante cuatro años por el régimen de Vichy. Los demócratas mantuvieron viva la República en la clandestinidad y los masones fueron los primeros en apuntarse a la Resistencia. Luego, la masonería impulsó todas las leyes sociales, la Seguridad Social... Era un hervidero de ideas. Como era su obligación, desde luego. Cuando De Gaulle llega a Argel, lo primero que hace es restablecer las logias masónicas que el régimen de Vichy había cerrado. El GOdF no es tan importante, pero es, a la vez, todo en la República. Entiéndame bien esto. Si desaparece la masonería en Francia, o en cualquier otro sitio, es que ha desaparecido la libertad.
¿Qué hará cuando, en septiembre, deje de ser gran maestro?
Nada. Volveré a mi consulta y seguiré trabajando en mi logia, como he hecho durante toda la vida. En masonería, el poder no es una obsesión.
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Fuentes: Revista Tiempo, Fenix137rls.