Se habla alguna vez de iniciación en el segundo y tercer grado,
así como en los siguientes; este término es impropio, dado que no puede uno ser
iniciado en la Masonería más que una vez, cuando ingresa en ella en el grado de
Aprendiz. Después de lo cual hay un camino de progreso en diferentes etapas, cada
una de las cuales precisamente corresponde a un grado masónico, o sea una más perfecta
comprensión y realización del significado de la iniciación masónica.
Por
esta razón, en muchos de los Misterios Antiguos, así como corporaciones constructoras,
había una sola y única ceremonia con la cual se admitía a los candidatos a las enseñanzas
esotéricas, o bien en el gremio de los que practicaban el Arte.
En la misma
Masonería no habría habido, según algunos, hasta por algún tiempo después de la
fundación de la Gran Logia de Londres, más que dos grados, después de lo cual, con
el desarrollo ritualístico, se vio la conveniencia de la división ternaria, que
ha quedado después como una de las principales características de nuestra Orden.
Aunque en la práctica, el descuido en que se halla el hermoso grado del que tratamos
en este Manual, demuestre cómo los tres grados no son aún efectivos. Cualquiera
que sea la realidad a este propósito, y a pesar de que algunas veces haya podido
perderse de vista la necesaria graduación de todo esfuerzo en etapas sucesivas,
sólo con las cuales puede conseguirse un verdadero resultado en cualquier camino,
dicha graduación se ha impuesto en todos los tiempos y en toda forma de actividad,
en todo campo práctico o especulativo.
En cualquier arte o enseñanza, en
cualquiera jerarquía social, iniciática o religiosa, necesariamente ha habido y
habrá constantemente, bajo diferentes nombres y aun sin nombres especiales, Aprendices,
Compañeros y Maestros; correspondiendo el primer grado o etapa al ingreso o período
de noviciado, el segundo a la práctica que hace el artista (y por ende un verdadero
compañero en el gremio o jerarquía en que se encuentra), y el tercero al dominio
completo o magisterio del Arte, que da la capacidad de enseñar, dirigir y guiar
a los demás.
Así, pues, la división en tres grados fundamentales es tan necesaria
y natural que siempre se llega a ella, prácticamente de una manera o de otra. No
menos necesaria aparece (aunque no corresponde al presente "Manual" examinarlo detenidamente)
la adición de grados suplementarios, que constituyan una mejor realización del programa
de los primeros, y a pesar de que se rechacen o no se quiera reconocerlos, siempre
reaparecerán en una forma o en otra. La Masonería siempre los ha tenido, aunque
no siempre hayan sido distinguidos exteriormente.
La necesidad de una Ceremonia
de recepción en cada grado se hace evidente con el progreso de la organización:
la perfección de estas ceremonias es casi siempre un resultado natural del esfuerzo
y de la práctica constante, de un trabajo colectivo en el cual toda innovación debe
ser examinada y probada por muchos, antes de que pueda adoptarse o rechazarse en
definitiva, un trabajo, en fin, que tiende más bien que a crear ex nihilo y a priori,
a realizar un Plan preexistente, que no puede ser otro que el
mismo Plan
del Gran Arquitecto, cualquiera sea la concepción o interpretación individual de
este término simbólico.
La ceremonia de recepción en este segundo grado,
completamente extraño, con toda probabilidad, a las corporaciones medievales de
las cuales tomó directamente su origen la Masonería Moderna, ha sido el resultado
de un trabajo de elaboración colectiva que se hizo en la primera mitad del siglo
XVIII. Un resultado muy feliz por cierto, que muestra una perfecta competencia de
sus autores incógnitos, como se puede juzgar por lo que iremos exponiendo en las
páginas siguientes, así como por su inmediata aceptación y difusión universal.
"Y que la Masonería siga no siendo nada a los ojos del iluso es la mejor prueba de su valor"
Fuente: Portal Masónico del Guajiro.
Fuente: Portal Masónico del Guajiro.