Por Jorge Landívar Roca
El historiador español, César Vidal, ha venido sosteniendo que ‘la independencia de Hispanoamérica, hay que buscarla tras la Escuadra y el Compás’; de allí la necesidad de conocer hasta dónde la impronta de las ideas de Libertad, Igualdad y Fraternidad, críptico masónico, fueron determinantes para que un 24 de septiembre, hace 200 años, la sociedad cruceña integrada en más de dos tercios por descendientes de españoles, levantaran los sables en alto y cortaran el silencio del cielo más puro de América, decididos a dar comienzo a una lucha independentista, incorporándose a la tendencia revolucionaria de Chuquisaca y Buenos Aires.
Diversos documentos dan cuenta que durante los primeros 25 años del siglo XIX, es decir del 1800 al 1825, una gran mayoría de los próceres de América del Sur, pertenecieron a logias y talleres operativos de la misma índole, y que “postulados masónicos” conjuntamente con el “racionalismo”, que los enciclopedistas de la Ilustración y algunos masones no conservadores supieron recopilar y difundir, fueron los que sirvieron como espacio idóneo para promover la conspiración contra el imperio español.
De este movimiento cultural que llegaba desde la Península, el Alto Perú no quedó al margen que, a decir del Jesuita e historiador Estanislao Just Lleó, se extendía por todos los rincones de América y llenaba los años del siglo XVIII.
Varias de estas logias organizadas dentro de las colonias fueron conocidas como Sociedades de Pensamiento y en algunos casos como Sociedades Patrióticas y fue Francisco de Miranda, creador en 1797 de la “Logia de los Caballeros Racionales”, y de la “Logia Lautaro”, quien asumió como principal tarea la emancipación de las colonias americanas. A estas logias pertenecieron Simón Bolívar, Patricio O'Higgins, José de San Martín, Bernardo Monteagudo, y otros, que más tarde se convertirían en los jefes de los ejércitos libertadores de Hispanoamérica.
Las logias Lautarinas eran logias operativas de influencia masónica, y tal como comenta José Stevenson Collante, durante el proceso revolucionario sus miembros tenían doble investidura: participaban en logias regulares universales y de logias operativas de carácter patriótico para la revolución americana.
De estas sociedades secretas formaron parte varios protagonistas de la gesta septembrina de 1810, que a poco tiempo del 25 de mayo de 1809 llegaron como emisarios a Santa Cruz de la Sierra, tal los casos de Antonio Vicente Seoane, del canónigo Juan Manuel Lemoine, enviados por el movimiento revolucionario chuquisaqueño y del capitán Eustaquio Moldes mandado por la Junta de Gobierno de Buenos Aires.
Documentos de la época evidencian que Eustaquio Moldes, junto a su hermano José, siendo jóvenes aún, tuvieron estrecha relación con Miranda, lo que les permitió pertenecer a la primera Sociedad Secreta Americana erigida en Madrid en 1807 con el nombre de “Conjuración de Patriotas”.
También Moldes, así como Lemoine pertenecieron a la logia masónica “Sociedad de Independientes”, fundada en Chuquisaca, por el prócer chuquisaqueño, Jaime de Zudáñez. Participaban de la misma, José Bernardo de Monteagudo, José Joaquín Lemoine, Mariano Michel, Juan Manuel Mercado, José Benito Alzérreca, Juan Antonio Álvarez de Arenales, y muchos otros, que tuvieron activa participación en estas luchas.
En definitiva, si bien no se desconoce la participación de comerciantes, militares, curas, indígenas, mujeres, en la movilización de los pueblos en la lucha por la libertad, es importante destacar el aporte organizativo e ideológico de las logias patrióticas que marcaron los primeros pasos de la historia cruceña como base de su presente.
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Fuente: Hoy Bolivia.