domingo, 28 de febrero de 2010

Red de espías facilitó a Franco informes falsos para perseguir a los masones

Fernando Prieto Arellano | Noticias EFE

Madrid, 28 feb (EFE).- La obsesión de Franco por la masonería, cristalizada en el mito del "complot judeo-masónico", pudo basarse en buena medida en los informes falsos que durante más de 20 años le estuvo facilitando una red de informantes en la que ejerció gran influencia Carrero Blanco, "mano derecha" del dictador.

Ésta es una de las principales conclusiones a las que llega el investigador español Javier Domínguez Arribas en su libro "El enemigo judeo-masónico en la propaganda franquista (1939-1945)", editado por Marcial Pons y que acaba de salir a la luz.

En entrevista concedida a Efe desde París, donde ejerce como profesor de Civilización Española en la Universidad de París XIII, Domínguez señala que, "cegado por su obsesión antimasónica", Franco "se creyó todo o casi todo lo que decían esos informes", que se canalizaban a través de una denominada red "Apis" ("abeja" en latín).

"Franco -señala el historiador- no se dio cuenta de que un grupo de falsificadores estuvo engañándole durante más de veinte años. En ese sentido, podría decirse que fue víctima de su propia obsesión, más que de su propaganda".

"Desde luego, Carrero era leal a Franco por encima de cualquier familia política y, de hecho, no pertenecía claramente a ninguna de ellas. Pero su lealtad tampoco le impedía transmitir a Franco sus propias ideas, que eran las de un católico integrista, antimasón y antisemita", indica Domínguez.

"Lo que se conoce menos -comenta- es que, probablemente, Carrero también ejerció de manera indirecta una influencia ideológica no desdeñable al actuar como intermediario de 'Apis' ante Franco. Una red que defendía puntos de vista muy similares a los del almirante y que consiguió influir en el pensamiento y la conducta de Franco durante años".

La inquina de Franco por la masonería ha sido objeto de estudio de numerosos investigadores, que sospechan que a ella no debieron ser ajenos motivos como la conducta y el carácter del padre del dictador, Nicolás Franco, un librepensador que abandonó a su familia, lo que marcó la juventud del "Caudillo", y los intentos baldíos de éste por entrar en alguna Logia.

Domínguez destaca que Franco se vanagloriaba ante sus íntimos, en particular ante su primo "Pacón" (Francisco Franco Salgado-Araújo), de estar "bien informado de todo cuanto se trama en las logias" e incluso se preciaba de disponer de "información directa de las logias masónicas".

Esa información le debía de llegar, al menos en lo que se refiere al aporte documental-doctrinario, a través de "Apis", cuya existencia apenas había sido mencionada hasta ahora y que se mantuvo activa entre comienzos de los años 40 y mediados de los 60.

De acuerdo con el libro, la principal agente de la red era una mujer, al parecer no española, que firmaba sus cartas e informes como "A. de S.", quien decía estar casada con un masón bien situado en la denominada Asociación Masónica Internacional (AMI) y a quien en los informes se denomina como "R".

Esta informante "copiaba continuamente documentos reveladores o escuchaba conversaciones sobre las maniobras de la masonería con respecto a España o sobre otras cuestiones de la política internacional".

Ese caudal de información, apunta el investigador, "era centralizado por María Dolores de Naverán y Sáenz de Tejada, una monja teresiana de origen vasco que ejercía de secretaria general de Apis, quien en muchas ocasiones transmitía sus informes a Carrero Blanco, subsecretario de la Presidencia del Gobierno desde mayo de 1941".

La falsedad de los documentos se evidencia en aspectos como que siempre están redactados en español, y cuando los autores mencionan que han traducido de otros idiomas, como el inglés, dejan algunas frases o expresiones sueltas en dicha lengua, redactadas de un modo tan incorrecto que hacen sospechar sobre su verosimilitud.

Asimismo, "en lugar de fotografiar los documentos masónicos secretos a los que accedía a escondidas (...) A. de S. prefería copiarlos siempre a mano, a pesar de su extensión (...) y ello durante más de veinte años, sin ser nunca sorprendida por su marido".

Con respecto al antisemitismo del primer franquismo, Domínguez manifiesta que, "aunque la propaganda de su régimen sí atacaba a los judíos, Franco no era especialmente antisemita. Incluso manifestó cierta simpatía por los sefardíes. En cambio, cargó a la masonería con todas las culpas posibles e imaginables".

Estos criterios se mantendrán vigentes hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el régimen tiene que cambiar de rumbo y decantarse hacia Estados Unidos, el gran aliado en la lucha contra el comunismo internacional.

No obstante, en los años de aislamiento de Franco (1946-1953), la propaganda oficial siguió arremetiendo contra la masonería, y en particular contra el presidente de Estados Unidos, Harry S.Truman.

De hecho, Franco, en los artículos que escribía con el pseudónimo de "Jakin Boor", "tuvo palabras muy duras para Truman, que era masón", afirma el investigador. "En EEUU -añade- se sabía perfectamente quién se ocultaba detrás de ese pseudónimo y hubo diversas protestas". EFE
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Fuente: diariosur.es